22 ago 2011

Carta a Merlín


Querido Merlín, te escribo esta carta porque desde 2011 no sabemos nada el uno del otro y la vida no puede ir así; una te necesita echar sus cuenticos de cuando en cuando (¿Viste? Sigo hablando -y escribiendo- como una señora de esas que iban a los Bingos en Venezuela).
Hace 8 años todos creíamos que en 2019 ya estaríamos en carros voladores y tendríamos televisores “inexistentes”. Y mira, ni lo uno, ni lo otro. El calentamiento global nos está comiendo; China ya no está donde estaba, y en Chile la gente no sabe lo que es el invierno. Aquí entre nos, siempre me ha parecido que no es casualidad que ambos -desgraciados- países inicien con Ch. En fin, no te quiero distraer.
Mi vida va más o menos bien, pero ni un poquito lo que esperaba (¡increíble!). ¿Recuerdas aquella pasión con la que deseaba la Odontología? Bueno, en 2015 comencé a estudiarla y... ¡caramba! Me pareció tan horrible que salí corriendo en segundo año (o sea, en 2017). La cruda verdad es que me enamoré tanto de mi escuelita de Comunicación Social y disfruté demasiado mis 5 años en ella. Una nunca te sabe las vueltas que da la vida y para muestra esto. Pero tú sabes como soy yo de terca y enamorada con las cosas.
Me da mucho dolor hablar de esto, pero actualizaciones son actualizaciones; mi abuelita falleció hace dos años y mi abuelito seis meses después se fue con ella, de tristeza y amargura. Y pensar en todas las veces que sulfuré mi sangre gracias a algún regañito suyo, ¡la falta que me hacen!
Por otro lado están mis hermanos: Samuel está tan grande e inteligente que me enamora cuando le digo que odio su mal gusto musical, y él replica que no es culpa suya sino del amor. “Es que el amor es así, Andrea” y yo no puedo sino enamorarme más de él y sus locuritas. Vanessa, por su parte, está -¡por fin!- graduándose en una Universidad cualquiercosa del pueblito en el que viven. Luego está Gerardito, quien ya tiene 14 años y 1,80m. que me quitan la existencia; en parte porque me da envidia, y en parte porque es demasiado consentido para tener los añitos que ya, ¡pero bueno, aquí estoy otra vez con mis doñismos!. Por último, te cuento que Enrique tiene 3 niños rebeldes que no quieren llamarme tía dizque porque “es muy chiquita para pedirle la bendición”. Lo peor es que me enternecen y les sonrío. Una falta de carácter siempre, Merlín.
Así es como llegamos a mi mamá... Siempre ella tan ella. Está tan viejita que si no se pinta el pelo, tenemos un pedacito de algodón tantito áspero, pero siempre lindo. Con esto de los años tiene unas manías que... ¡carajo! me restan paciencia, pero me llena de felicidad tenerla aún, con su loca montaña rusa hormonal.
Ahora, para finalizar el temita este familiar, te cuento que mi papá está igual que siempre, solo que rezongón y con cara de infeliz; ya me dije yo alguna vez que así terminaría sí seguía con sus silencios abrumadores y su extrañísima manera de demostrarnos cariño a todos. Lo amamos, claro, pero nos gustaría tener más fotos y recuerdos con él.
Ahora bien, me entretuve hablando de aquel montón de gente y me olvidé de contarte lo locos que son, por ejemplo, los nuevos adolescentes. En serio. Esas gentes viven en una de “rebeldía” que ya todos nos conocemos, y no aceptan nada. ¡NADA!. No saben escuchar consejos ni saben redactar un párrafo en la clase de Historia porque “a mí que me importa 'sa vaina”. Si siguen como van, cuando pisen la universidad (¡Ay, mi UCAB!), van a salir corriendo por donde entraron.

Merlín, no seguiré hablando tanta “grama”, como solías decirme. Trataré de resumir bien. En 2011 comencé a salir con untipoahí; un tipo de esos ranchos como a mí me gustan. Rancho por fuera, bien estructuradito por dentro. En ese momento estudiaba 4to año de Derecho y pensaba que nunca saldría de ahí, pero míralo, ahora es un tipo de esos con corbata metido en su -impecable- oficina casi 24/7. Estamos juntos desde entonces, y siempre para bien. De vez en cuando vamos al Moulin Rouge y lo disfrutamos como cuando ambos teníamos 19. Siguen sonando los Rolling y los Foo. Eso es para morirse de amor.
No tenemos hijos porque es que... Chamo, en serio a mí no se me da ese temita. Tenemos un perrito por mera insistencia suya. El nombre es irrelevante (la verdad es que no me gusta; lo eligió él, mi untipoahí). Nos va tan bien, que cualquiera podría creer que estamos felizmente casados, pero ¡vamos! Nosotros no somos de esos.
Te cuento que París es hermosa y no me decepcionó ni un poquito. Es hermosa pero jamás viviría allí; yo no podría soportar ir al super y encontrar gente tan malhumorada y hedionda. Los franceses no saben ser amables, y no es que una te necesite de eso, pero es contagioso y eso sí que nunca podré ser.
Untipoahí y yo nos fuimos de viaje por Europa (sí, a las ciudades cliché esas que tanto reblogueé en Tumblr) y terminamos en China para que el señor pudiera tener un orgasmo al ver a sus amados Pandas. Lindos, pero yo no entiendo su nivel de faneo, aunque se lo respeto.
Finalmente, mis bienes materiales no son ni la mitad de lo que esperaba, pero tengo un closet increíble en el que caben todos los zapatos que compré en Europa y que ya pasaron de moda pero se siguen viendo amazing con mis pantymedias.
Ahora quiero leerte de vuelta y que me cuentes cómo te va en este mundo de aviones, computadoras y bancos online. Que no es nada fácil, ¿ah?

Andrea.

Acoto entonces que esta es una carta que le escribo a Merlín desde el año 2019. Todo todo es ficción -de bolas, porque yo no soy vidente-. Y sí, es un test psicológico que le va a decir a mi profesor cuán cuerda estoy.
Publícola en el blog porque me encanté escribiéndome en unos años.
Enjoy!

3 comentarios:

  1. Loved it. Creo que tienes una muy buena idea de quién quieres ser y eso es el principio para llegar a serlo.

    Standing ovation.

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  2. Si te tuviese en frente te daría un abrazo, carajita.

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  3. Más respeto, por favor. Son 3 años los que nos diferencian; por tanto, dejo de ser una 'carajita' para ti.
    Mentira.
    Dame el abrazo ahí.

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