9 oct 2013

Todo

Darlo todo. Sentir que ya, que para qué. Dar hasta el último segundito de aliento por algo que no está, definitivamente, en la misma onda. ¿Y entonces qué haces? Nada. Porque no puedes nada. Porque te sientes poco. Porque no sabes por qué. Porque el amor debería ser la respuesta y no la es. Y no sabes si la será en algún punto. Y no sabes si estás segura. ¿Estoy segura de la suficiencia del amor? No lo sé. Tampoco lo sé.

Ya una vez te echaste la culpa. Que qué bolas tú. Pero ya no. Ya ni siquiera te importa de quién es la culpa. ¿Qué haces con la culpa? Duele igual. A todos les duele. Y pesa todo; las mañanas mucho más que las noches, a las que les pesa más la duda y el cansancio.

Todo para atrás y poquísimas veces hacia adelante. Mereces más. Trabajas por más. ¿Y cómo sabes si afuera hay más? Esto agota. Indignidad todas las mañanas en las que se piensa, si es que hay tiempo. ¿Cuándo va a ir hacia adelante? ¿Quién puede dar el empujón?

Duele todo. Duele dar. Duele escribir. Duele pensar. Duele recordar. Duele huir. Duele salir. Duele esperar. Duele lo injusto. Duele lo lejos. Duelen las distancias. Duele lo roto. Duele lo que no se repara. Duelen los atardeceres. Duele el pelo. Duele volver. Duele empezar. Duele caminar. Duele el daño. Duele la vida. Duele todo.

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